
septiembre 22, 2007
Tiempo

septiembre 20, 2007
Meditaciones de Baño

Me pasa también (generalmente en el momento de cepillarme los dientes) que encuentro las palabras precisas para decir(le) todo aquello que jamás lograré verbalizar frente a la mirada inquisidora de infante que tiene. Pienso en la situación y momento en el que manifestare mis sentires y pensares, el lugar, las condiciones atmosféricas, el diálogo, la luz… Lo pienso narrativamente, omniscientemente.
Esto de la inspiración durante los menesteres de baño se ha vuelto de una periodicidad inusitada; teorías electroquímicas, paradigmas filosóficos, teoremas matemáticos y de física cuántica, hipótesis filogenéticas, razonamientos lógicos, tratados lingüísticos, modelos astronómicos, manifiestos políticos, vanguardias pictóricas, poéticas, óperas, sinfonías, visiones premonitorias, vaticinios místicos, dogmas religiosos. Todo tipo de ideas se desarrollan en mi mente a la vez que el dentífrico es esparcido en movimientos ondulatorios por mis incisivos, caninos, premolares y molares.
El acto de cepillarse los dientes no tiene el solo fin de quitar residuos de comidas, sarro, placa bacteriana y eliminar el mal aliento, dejando la sensación de frescura en la boca (generalmente asociada al sabor a menta de casi todos los dentríficos) El cepillado dental es una especie de rito pagano, en el que (si tenéis la disposición y capacidad de concentración) podéis lograr estados catárticos producto de la meditación trascendental influida por el movimiento ondulatorio del cepillo en la boca.
El problema (nunca se está libre de algún problema) es que no se puede intercalar el ritmo en 3:4 del cepillado, los influjos chamanísticos (divinos si así queréis llamarles) de la pasta dental sabor a menta (¡y quién sabe si es solo menta o hay otras hierbas de por medio!) y la materialización textual de vuestros contenidos mentales; además, ya terminado el acto de higiene, no hay forma de recordar las ideas que pasaron por tu cabeza. Es como llevar una caja muy pesada y delicada (que requiere de ambas manos para ser trasladada) y sentir picor en la nariz. No podéis rascarte, porque la frágil carga puede caer y dañarse, y mientras menos posible es rascarse, la comezón es mayor; pero cuando ya tenéis las extremidades libres de acción, ya no hay necesidad que cubrir: El escozor se olvida. Lo mismo ocurre con las ideas, se pierden en el abismo del tiempo y de la mala memoria, se disuelven, quizás con el agua que escupes al enjuagar tu boca luego de la pasta dental…
Hoy tuve una revelación divina mientras me cepillaba los dientes. Veía la imagen más perfecta, el secreto del Universo, la fuente máxima del saber. Era una imagen sublime, la respuesta a todas las preguntas que jamás se han formulado, el principio y el fin, el alpha y la omega estaban frente a mis ojos. En medio de mi estupor quise plasmar aquella imagen, terminé de cepillar mi dentadura, cerré la llave del agua, me sequé las manos y corrí a buscar un lápiz y un papel. Cuando llegué y tomé el bolígrafo entre mis manos ya era tarde, no recordaba para qué lo necesitaba…
_____________________________________Cuento viejo y quizá en desuso, pero algo tengo que hacer mientras vuelven los tiempos mejores(?) ya que algunas polos presionan para que haya actualizaciones... (que nadie lee, ni siquiera ella misma)