octubre 11, 2008

Vértigo: De lo patológico a lo paradójico.


Ficha Técnica:
Director: Alfred Hitchcock 
Productor: Alfred Hitchcock 
Productor asociado: Herbert Coleman para Paramount 
Guión: Alec Coppel y Samuel Taylor, según la novela De entre los muertos (Sueurs froides/D'entre les morts) de Pierre Boileau y Thomas Narcejac 
Fotografía: Robert Burks 
Música: Bernard Herrmann 
Montaje: George Tomasini 
Dirección Artística: Henry Bumstead y Hal Pereira 
Reparto: James Stewart (John "Scottie" Fergusson), Kim Novak (Madeleine Elster / Judy Barton), Tom Helmore (Gavin Elster), Barbara Bel Geddes (Midge), Konstantin Shayne (Pop Leibel), Raymond Bailey, Ellen Corby, Lee Patrick... 
Nacionalidad y año: USA 1958 
Duración y datos técnicos: 124 min. Color. 1.85: 1.


Hablar de Hitchcock puede parecer sobreexplotado y hasta innecesario, sabiendo que es uno de los cineastas más geniales de la historia; sin embargo, siempre se puede hacer una lectura más que interesante de sus obras.

En el caso de “Vértigo” (1958), Hitchcock nos muestra, a través de un juego de planos en el que el espectador es capaz de sentir de la misma forma que Scottie Ferguson la acrofobia que lo lleva a la irracionalidad, una representación de cómo vemos los temores: los que muestra el personaje, y los nuestros propios, como receptores de un relato fílmico que, más que una representación del mundo, se convierte en una representación de la subjetividad, de la perspectiva del miedo, desde el espectador y el personaje, sensación que se entremezcla y llega a confundirse, transmitiéndose tan fiel y magistralmente.

La irracionalidad a la que conducen los temores, desde la muerte, el amor, el sexo, la obsesión, representada a través de un manejo de cámara en el que se aprovecha cada detalle del encuadre. La estética de la imagen, con grandes panorámicas de San Francisco, el uso de angulaciones en picado y el acercamiento/alejamiento de la cámara para provocar la percepción de mareo en altura; el manejo de los espacios y la fotografía, casi toda en tonos rojos y verdes, que le da a la película esa atmósfera delirante, acompañando de forma precisa un relato psicológicamente enfermizo, circular, reflejo de la locura; todo esto de la mano de una banda sonora que le da una atmósfera aún más estremecedora al filme, logrando evocar con el solo sonido de la música incidental, el dèja vû de un espacio.

El cambio de identidad, ese juego entre el pasado y el presente en el que gira la narración de esta falsa Madelaine poseída por Carlotta Valdés, el trastoque de la realidad, la esquizofrenia del sueño, estilísticamente tratado en una de las escenas más potentes del film, en la que se emula a través de múltiples planos, en los que giran imágenes oníricas, las elucubraciones más demenciales de Scottie, en una especie de sueño florido, casi como una revelación sobrenatural, una pesadilla vívida; esa bipolaridad de una Madelaine/Judy en la que se pierden los límites de lo real, de lo moral, de lo verosímil.

Hitchcock es un maestro en pasar al celuloide lo más insano de nuestras obsesiones y perversiones, decorando nuestra locura con los tiempos necesarios, con los espacios precisos y las imágenes adecuadas. Nos hace ver el miedo (al que tanto nos cuesta mirar y afrontar) como el motor de nuestra pérdida de conciencia, de nuestra irracionalidad, la paradoja de la vida y la muerte, la compulsión por la existencia y el amor enfermo no hacia una persona, sino hacia la idea de una persona inexistente (Madelaine o Judy Barton, como se le quiera llamar), la raíz nuestra más profunda demencia.

Sin duda Hitchcock sabe como enrostrarnos sutil y avasalladoramente, a través de un filme perfectamente concebido y desarrollado, lo más elemental de nuestra negación de la realidad (y de nuestra propia e indefensa desracionalización) a través de la idealización de un mundo que no se precia de tener los tintes que quisiéramos, un mundo en el que no cuesta mucho caer en la tentación de armar castillos en el aire y obsesionarse con ellos.

Trailer de Vértigo (1958)