octubre 05, 2012

Encuentro

Ya era tarde, casi de noche. El cansancio de la jornada, de la vida, de la realidad, pesaban en su frágil estructura. Se sentó en el rincón para que nadie le molestara y se puso los audífonos, mientras alternaba su mirada entre la ventana y un punto fijo en el espacio.

Subió varias estaciones después, con frío pero con suerte, porque prácticamente no tuvo que esperar. Al entrar miró hacia todos lados buscando un asiento libre, ahí fue cuando se vieron. Sus miradas se cruzaron una fracción de segundo, y con eso bastó para que ambos sintieran la necesidad vital de volver a mirarse. No esquivaron sus miradas, no disimularon, simplemente se escrutaron uno al otro.

El mundo parecía haberse detenido, las conversaciones de los pasajeros se mezclaban con sus pensamientos, que parecían escaparse, proyectarse en las paredes y en las ventanas. Aquella multitud de trabajadores grises y estudiantes opacos quebró la eternidad de aquel encuentro con su paso imperioso por llegar al hogar. Tuvo que avanzar entre la gente, perdiendo sus ojos para alcanzar el último asiento libre. Por más que intentaron recuperarse el uno al otro, por más que giraron la cabeza para verse, sus ojos no se encontraron.

Mirando a lo lejos la que supuso su espalda, pensaba en su cuerpo desnudo sobre la cama mientras leía algún libro. Imaginando que podía divisar su silueta entre la gente, pensaba en aquellas largas noches de lluvia jugando con su pelo. Un par de estaciones más tarde descendió, quedándose inmóvil frente a la ventana, con la esperanza de verle antes de partir y con la ambición de que ese primer encuentro entre sus pupilas no fuera el último.