julio 24, 2015

Boceto

Quise dibujarte y no me resultó tan fácil como otras veces... Puede ser que te estés yendo de mis dedos, de mis manos, de mi lápiz, de la frágil memoria que un instante con los ojos cerrados dejó tatuada.

Puede que haya perdido tus proporciones, la forma de tus cejas, las margaritas que se crean en tus mejillas al sonreír, pero no puedo perder ni la intensidad de tus ojos marrones ni la curva infinita de tus pestañas rizadas, aunque lo desee.

julio 01, 2015

Kintsugi

Antes de ayer, mientras sacudía un mueble en casa de mi madre, sin querer topé una tetera de loza que contenía un cirio que mi Omi tiene desde la muerte de la Weli, hace ya cinco años. Al toparla, cayó y se quebró en mil pedazos, también se quebró el cirio de la Weli. Fue un accidente, un descuido, pero me hizo pensar en lo fácil que es hacer que algo se rompa y que aquello que se quiebra nunca más volverá a su estado anterior. Muchas veces tenemos acciones descuidadas, a veces puede que ni siquiera nos demos cuenta que hemos roto algo importante para alguien, dentro de alguien... puede que jamás lo notemos, pero eso que se quiebra nunca vuelve a ser lo que fue, no hay vuelta atrás.

Pensando esto recordé el arte del Kintsugi, la hermosa técnica que usaban los japoneses para reparar las vasijas rotas uniendo sus partes quebradas con oro y resina, transformando aquello que se rompe en una nueva pieza, más hermosa y con una historia nueva. Pensé cómo hoy en día todo se desecha a la primera trizadura. El mundo actual no soporta el error, no admite la imperfección que lo desborda, se enceguece pensando en un ideal de perfección inexistente, inalcanzable.

La tetera de loza de mi madre no tuvo rescate, el quiebre fue demasiado grande para recuperar todas las piezas y hubo que desecharla... a veces el daño es irreparable. Sin embargo, el cirio de la Weli fue reparado y ahora tiene una marca que nos recuerda que aunque hayan pasado ya 5 años desde que se fue de este mundo, inesperadamente, como ocurren los grandes dolores en la vida, su luz sigue en nuestra casa, dentro de cada uno de nosotros, brillando siempre y que además ahora podemos tener la tranquilidad de que descansa en un lugar propio.

Esta noche se cumplen cinco años desde aquella, la noche más dolorosa de mi vida, sin embargo sé que lo que se quebró en mi con su partida he aprendido a unirlo con oro y que hoy ostento parte de su maravilloso espíritu dentro mío. Por aquello estaré siempre agradecida y me propondré, al igual que ella, siempre actuar con amor, seguir creyendo en que la humanidad puede ser buena y hermosa y entregar lo mejor de mi en cada cosa que haga en este mundo.