diciembre 28, 2012

Espíritu Libre

El 2012 está llegando a su fin y, como cualquier pelotudo mortal, me vino todo el balance a la mente, a si que bueno, habrá que hacerle caso alguna vez a la mente y el corazón y darle orden a ese repaso por el año.

Honestamente, este año ha sido penca. No terrorífico como otros ni terriblemente doloroso como uno en particular, pero penca de todas maneras. Penca porque pintaba para ser un año de aquellos, lleno de cambios en la vida, de nuevas aventuras, de cosas hermosas y fantásticas que a la gente como yo no le suceden a menudo, pero toda esa buena estrella se apagó rápidamente y pasó a ser un año fome, muchas veces frustrante, aunque lleno de enseñanzas.

Y es con esta última parte con la que me quiero quedar, con las enseñanzas. Se supone que los fines de año sirven para hacer el balance y revisar las cosas buenas y malas que ocurrieron, pero lejos lo más importante es sacar algo provechoso de todo eso y aprender. En esta vida lo más importante es siempre aprender algo.

En ese sentido, este año me dejó grandes enseñanzas que espero incorporar a mi vida permanentemente. Aprendí que las oportunidades en la vida no se repiten, aunque uno puede tener muchas oportunidades, todas son distintas y hay que aprovecharlas en el momento que corresponde. Aprendí que siempre es mejor decir y hacer que no decir y asumir. Aprendí que hay cosas que merecen espera y otras que no. Aprendí que debo dejar que el corazón se arranque cuando quiera sin restringirlo. Aprendí que es el miedo el que oscurece los caminos. Aprendí que la memoria es frágil, demasiado frágil, lamentablemente. Aprendí que la voluntad es incluso más importante que el deseo. Aprendí que la honestidad, aunque al resto no le guste, es un valor gigante. Aprendí que es bueno creer y creerse el cuento a veces, cuando el cuento es bueno. Pero por sobre todo, aprendí que es super necesario vivir la vida intensamente, aprovechar hasta el último susurro sin prejuicios, porque, como mi weli me enseñó con su propio ejemplo, "no hay nada que pueda doblegar a un espíritu libre". Y yo quiero ser uno.

octubre 05, 2012

Encuentro

Ya era tarde, casi de noche. El cansancio de la jornada, de la vida, de la realidad, pesaban en su frágil estructura. Se sentó en el rincón para que nadie le molestara y se puso los audífonos, mientras alternaba su mirada entre la ventana y un punto fijo en el espacio.

Subió varias estaciones después, con frío pero con suerte, porque prácticamente no tuvo que esperar. Al entrar miró hacia todos lados buscando un asiento libre, ahí fue cuando se vieron. Sus miradas se cruzaron una fracción de segundo, y con eso bastó para que ambos sintieran la necesidad vital de volver a mirarse. No esquivaron sus miradas, no disimularon, simplemente se escrutaron uno al otro.

El mundo parecía haberse detenido, las conversaciones de los pasajeros se mezclaban con sus pensamientos, que parecían escaparse, proyectarse en las paredes y en las ventanas. Aquella multitud de trabajadores grises y estudiantes opacos quebró la eternidad de aquel encuentro con su paso imperioso por llegar al hogar. Tuvo que avanzar entre la gente, perdiendo sus ojos para alcanzar el último asiento libre. Por más que intentaron recuperarse el uno al otro, por más que giraron la cabeza para verse, sus ojos no se encontraron.

Mirando a lo lejos la que supuso su espalda, pensaba en su cuerpo desnudo sobre la cama mientras leía algún libro. Imaginando que podía divisar su silueta entre la gente, pensaba en aquellas largas noches de lluvia jugando con su pelo. Un par de estaciones más tarde descendió, quedándose inmóvil frente a la ventana, con la esperanza de verle antes de partir y con la ambición de que ese primer encuentro entre sus pupilas no fuera el último.

junio 25, 2012

Recuerdo

¿Sabes? De vez en cuando recuerdo a esos muchachitos... o al menos creo recordarlos, quizá nunca hayan existido.

Soy el ahora

Soy el ahora, solo ahora
sin nombre ni apellido
ni recuerdos
ni historia
ni espacio ni tiempo
solo ahora

Soy el ahora sin aspiraciones
sin motivos ni razones
ni circunstancias
soy el ahora
sin miedo, pero sin ganas
sin sentido
solo ahora

mayo 17, 2012

Fríos

Hay fríos que no se solucionan con café, fríos que se acumulan, uno sobre otro se van apilando hasta construir una pared


abril 23, 2012

El libro

Érase una vez un libro perdido en la inmensidad del mundo. Cayó de algún bolsillo de un aficionado, o quizás del brazo de un estudiante soñador, fue lanzado al vacío por un indolente, depositado como ofrenda de algún filósofo víctima de una crisis de sentido, tal vez fue él mismo quien se lanzó al abismo tratando de redimir su alma de papel. Nadie lo recuerda. Los testigos, si es que los hubo, no le dieron mayor importancia al sacrificio, qué más da ver inmolarse a un libro roñoso y un poco amarillento. 

Permaneció largo tiempo ahí, entre los adoquines del abandono, observando la enormidad a su alrededor, sin poder creer que había tanto espacio fuera de su ensoñado mundo de páginas derramadas. Pensó, por un momento, que su universo era demasiado pequeño y quiso perderse en el infinito, alejarse de su vida de celulosa procesada y ver el mundo desconocido que habitaba fuera de su forro de cuero raído. Y así emprendió el viaje... 

Pasó de mano en mano, muchos encontraron en sus letras las respuestas a sus interrogantes, otros se fascinaron y hasta enloquecieron por sus palabras. Recorrió ciudades completas, se relacionó con gente buena y mala, vivió en los suburbios, fue amigo del demonio y un venerado dios le hizo su acompañante, fue celebrado un día para él y tuvo reconocimiento en muchos lugares donde iba. Sin embargo el mundo se le hizo vacío y grisáceo, la gente hipócrita y alienada, desprovista de alma y expectativas. Su sueño de un mundo más grande se fue trizando con el tiempo, como las hojas que formabas su cuerpo. La gente ya no se maravillaba con él, nadie lo leía, todos parecían preocupados por otras cosas, absorbidos por una caja con imágenes en movimiento o algo así. Parecía inverosímil, el mundo era tan hostil y ajeno.

Extrañó el mundo de tinta en sus páginas de ámbar, tan familiar, tan íntimo, tan propio. Ya no quiso ser otro autómata de aquel universo misterioso que le había olvidado con tanta facilidad, se cansó de esa vida decadente y se abandonó en un escaño de cualquier lugar... Fue ahí donde lo encontré. Lo tomé entre mis manos y levanté su vieja tapa, en la primera página había una breve dedicatoria que decía: “Solo en el transcurso de los silencios descubrimos que el mundo más inconmensurable es el que está dentro de nosotros”.