agosto 19, 2017

Fotografía, obsesiones y perversiones

El 19 de agosto de 1839, el gobierno francés compró la patente del daguerrotipo, invento revolucionario que surgió de la creatividad de Nicéphore Niepce y Louis Daguerre, quienes una década antes comenzaron sus experimentos y luego pelearon a muerte, hasta el final de sus días, por la autoría de aquel adminículo maravilloso. 

Nicéphore Niepce, 1826. Considerada la primera foto 


Dos años después, en 1841, Henry Fox Talbot crea la técnica del calotipo, mucho más sencilla que la francesa (claramente los británicos más simples, pero no menos tóxicos) Debo decir que este año, estando en NY, específicamente en el MoMa, tuve la oportunidad de ver fotos de Talbot y me puse a llorar de puro ñoña, pero ese no es el punto. 

Henry Fox Talbot, 1842. Exhibida en el MoMa 


Pese a que el invento de Talbot era más práctico (as only british can) el daguerrotipo siguió siendo popular por un par de décadas más... muy popular (comme seul français peut être) 

Estos acontecimientos cambiaron al planeta, tan ávido siempre de representar fragmentos de su propia realidad. La vívida posibilidad de guardar una imagen de un segundo, retratar un momento exacto, preciso, detenido en el tiempo (hasta al menos cuando se empezara a oxidar la albúmina de plata) hizo que el mundo enloqueciera por la cámara obscura. 

Hoy es quizá mucho más fácil y no nos concebimos sin retratar y retratarnos permanentemente, como sabiendo que nuestra memoria es frágil, que nuestra existencia es frágil, que esa imagen inocente puede revivir la memoria cuando ya no estemos. 


Autorretrato, julio 2017 


No voy a ahondar en lo mucho que me gusta la fotografía para que algunas personas no se tomen del comentario para ciertas burlas que tampoco detallaré, jaja. Además, obviamente ya perdí el foco del objetivo que tenía con este texto, quizá profundicé demasiado en la introducción histórica. 

En realidad de lo que quería hablar era de un fotógrafo en particular (que no es el que están pensando). Recuerdo una conversación añeja sostenida con una persona que no identificaré (porque no tengo seguridad de quién fue), sobre Lewis Carroll como fotógrafo. El mismo Carroll de Alice in Wonderland, que, como sabrán, es mi cuento infantil no infantil preferido del mundo mundial y de todas sus realidades. 



Lewis Carroll limpiando la lente de su cámara. Fotografía de Oscar Gustav Rejlander 


Carroll, además de escritor fue matemático, diácono anglicano y fotógrafo. Como fotógrafo, durante los 20 años que dedicó a este arte, desde casi los comienzos, en 1856, realizó cerca de 3.000 fotografías, principalmente retratos de niñas y adolescentes, de las que quedan alrededor de 1.000. 

No deja de ser inquietante la afición de Carroll por el retrato infantil. Carroll fotografió a muchas, muchas muuuuuuuchas niñas, en especial, retrató en incontables oportunidades a una pequeña niña, hija de unos amigos cercanos, llamada Alice Liddell. Sí, Alice, como el personaje de sus obras. 



Alice Liddell, fotografía de Lewis Carroll 


Estudios actuales sobre la obra fotográfica y la correspondencia que sostenía Carroll con sus modelos, en especial con Alice Liddell, muestran que sus intereses no eran puramente artísticos. Carroll estaba absolutamente obsesionado con esa niña, obsesión que se mantuvo hasta casi llegada su muerte. Cuenta la leyenda que la familia Liddell rompió relación con el autor debido a esta situación. 

Vladimir Nabokov, el maestro ruso, señaló en más de una entrevista que su obra Lolita estaba inspirada en la figura de Carroll, intentando reprimir su perversión. La evidencia actual apunta a que los intereses de Carroll no eran tan inocentes, daban cuenta de un hombre con comportamientos inadecuados; su correspondencia, heredada a su familia después de su muerte, mostraba un lenguaje infantil, además de solicitudes a las familias de sus modelos para retratarlas "con su vestido de nada". Dentro de sus pertenencias, fueron encontrados retratos a niñas desnudas, lo que sería al menos polémico incluso en nuestros días. 

Lewis Carroll dejó asbolutamente la fotografía en 1880, 18 años antes de morir y tras 24 años dedicado a ella. Respecto a sus intereses y actitudes, nunca tendremos certezas. Respecto de su obra, fue considerado uno de los retratistas más importantes de la Inglaterra victoriana y, a pesar de lo poco que se ha conservado, forma parte fundamental de la historia de la fotografía.