enero 04, 2007

Re-Cuento

Terminó su jornada de trabajo y le faltaban cifras para el balance... estaba un poco cansado y los párpados caían pesados a intérvalos cada vez más cortos, intentaba concentrarse con ayuda de un café ya casi frío, muy cargado y dulce, pero nada parecía sostenerlo en pie. En un momento y sin notarlo sus manos cayeron inconcientes sobre el papelerío. Seguía haciendo su balance, faltaba poco para la medianoche, en su mente se paseaban las ansias de salir a correr por la noche de lunacreciente, en sus labios un susurro de voces añejas se repetía como plegaria a un dios perdido entre los borrones del libro de cuentas. Y pensaba... quizá soñaba, en tantas cosas, en la familia que no tenía, en los proyectos que quiso, en lo que no logró por miedo a lanzarse al misterioso azar de descubrir cada segundo en la vida. Extrañaba esas cosas que nunca hizo, reir hasta caer del hipo y llorar a carcajadas, besar a la chica del 7º grado en esa vieja escuela de jardines cuidados por monjas extraterrestres, caminar descalzo por el pasto (recién pintado) de ese verde fosforescente que cubría las laderas de la facultad, tomar un autobus a casa de ella sin avisarle y dejar flores en su puerta... El ruido metálico de un bolígrafo al caer lo despertó, miró con extrañeza el lugar donde estaba, le costó reconocerlo, era esa oficina siempre tan gris y muerta, corrió los papeles a un lado, dejó el café ya helado, caminó lentamente hacia el baño, se lavó la cara, miró su reflejo en el sucio espejo y vio a un hombre demacrado, ojeroso, gris, como su escritorio, en sus ojos cansados, la frustación de haberse enserrado en la nada, de haberse convertido en un autómata más... Tomó su chaqueta y salió a tomar aire fresco. Encendió un cigarrillo, miró el cielo de la ciudad, iluminado más por las luces amarillentas del tendido público que por las lejanas estrellas, y esa luna amenazadoramente sonriente, como si se burlara de su miserable existencia, o quisera invitarlo a dar un paseo. Fumó un par de pitadas y el viento cálido de enero se hizo presente, llegó a sus pulmones como una bocanada de vida nocturna, bohemia, botó el cigarrillo y respiró profundo, los balances eran más que números que debían cuadrar, eran recuentos de la vida, recuentos del año, de un tiempo dado para ser aprovechado. Caminó un rato y se sentó en una banca bajo un gomero que brillaba azul bajo la luna, se quitó la chaqueta, subió las mangas de su camisa y cruzó las piernas, por fin miraba el lugar donde estaba, por fin sabía donde estaba y qué debía hacer... Este año debía aprovechar la vida, no todo era cuadrar números. Dejó el trabajo para otro día y se fue caminando hasta su casa. Nunca respiró aire tan puro en su vida. No se trata de llevarnos la vida en pensar y sacar cuentas, la vida es para vivir, si bien, los fines de año siempre (o casi siempre) implican balances, también implican replantearse la forma de vivir en nuevo año, yo saco en limpio muchas cosas del 2006, a pesar de todo, y aunque ha muchas cosas que no fueron de lo mejor, tengo la esperanza y la fe puesta en el 2007, ya basta de negarse a nacer, es hora de volar...

1 comentario:

Anónimo dijo...

El problema surge
Cuando las personas
Pierden la capacidad
De realizar “recuentos”

Cuando aquel fuego de juventud
Se consume terminalmente
Es cuando pierden la magia del vivir
La intensidad del amar
La esperanza del soñar

Es un suicidio colectivo de almas
Y las pocas que se aferran a la vida
Se encuentran sin luz ni agua
Para poder seguir viviendo…

Para volar…
Es necesario cambiar muchos de nuestros hábitos…
Aunque las palabras son siempre…
El primer
Y
Ultimo
Paso…

Nos vemos Srta Zero
Bie liao.


PD: Ya soy psicologo :P